Como una fusión entre la vestimenta utilizada por las mujeres mayas y los ropajes propios de las españolas durante la conquista, a principios del siglo XIX surgió el traje femenino típico de Yucatán, el huipil, comúnmente llamado "hipil".
El huipil ha combinado perfectamente los orígenes y la evolución de la cultura maya, así como sus contactos con otras civilizaciones, conformando un atuendo que incluye tanto la adaptación de la moda europea a través del tiempo, como las características de la región y la conservación del diseño y los motivos precolombinos.
Hoy en día, consiste en una pieza de tela de algodón en forma rectangular adornado con un colorido bordado en hilo contado (o "shoc bi chuy") alrededor del escote y a la orilla del vestido; debajo del mismo se utiliza una especie de fondo o fustán blanco que sobresale para mostrar un hermoso brocado decorativo.
El terno yucateco, es una variación del huipil que denota elegancia, pudiéndose decir que es el traje de fiesta y el atuendo que más se asemeja a las representaciones antiguas. En él, la sociedad deposita el orgullo de su identidad y pertenencia a un origen común, con una historia particular la cual se concentra en el traje regional como elemento tradicional.
Está formado por un conjunto de tres piezas: jubón, huipil y fustán. Cada pieza está bordada en punto de cruz y encajes. Se complementa con zapatillas blancas o bordadas, tocado de lazos y flores para el cabello, sin que falten las joyas, el rosario de filigrana y el rebozo de Santa María.
El bordado de huipiles, ternos y, -en los últimos 15 años- cientos de "minihuipiles" (modalidad que asemeja a un minivestido), es una tradición que se han transmitido las mujeres mayas de generación en generación, abarcando gran parte de su tiempo libre, y siendo un complemento importante de la economía familiar.
Actualmente, el uso del huipil es motivo de orgullo para muchos habitantes de la península yucateca. Algunas mujeres lo usan diariamente, otras lo visten de manera ocasional y también hay quienes aunque no lo portan, les agrada ver cómo luce. De cualquier manera, forma parte de nuestra historia y tradición, por lo que es uno de los elementos que evocan la fusión de las culturas que le dieron origen y que manifiesta su identidad.
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